Sacar el cigarro del paquete, cogerlo con los labios, encender el mechero y acercarlo, aspiras fuerte mientras oyes como se empiezan a quemar el papel y las primeras hojas de tabaco, notas como esa bocanada de humo se mete dentro de ti, sale por tu nariz, y vuelta a repetir, esta vez, sale por la boca... y así una y otra vez, momentos que rodean a un cigarro que aquel que no fuma jamás podrá entender. En un concierto de los Platero, una noche mientras arde Soria, sentado en un banco de la dehesa, después de comer en el campa, en el almacen durante la colada, tumbado en la hierba, un día de lluvia, cuando conduces de camino a ninguna parte, mientras oyes una gran canción, a mitad de un concierto mientras tocas el bajo, en mitad del monte, cuando te viene a ver un colega, en una gran conversación, con un buen café con leche en cualquier cafeteria, solo o acompañado... va por tod@s aquell@s con l@s que en algún momento he compartido un cigarro.
Y como dicen los Mamá Ladilla...
Soy un fumador y no se hable más.
Dices que lo apague ¡pero bueno! ¿de qué vas?
Si renuncio a mi cigarro mi glamour se esfumará
y el vaquero de Marlboro, de mí ¿qué pensará?
De mí ¿qué pensará?
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1 comentario:
Jejeje, si
compartir el cigarrito en momentos, en esos momentos, es fantastico..
Saluditos!
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